Esa es al menos la iniciativa que han planteado las autoridades bonaerenses a la UNESCO. Claro está, no se trata de tomar café de cualquier forma y en cualquier parte. La propuesta es considerar que el acto social que este gesto representa para la sociedad de Buenos Aires reciba el reconocimiento de Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Quienes residen en la capital argentina, o aquellos que la han visitado, saben que la vida en esta ciudad no podría entenderse sin la continua presencia de la frase “¿Tomamos un cafecito?”, pronunciada a cualquier hora y en las más distintas circunstancias por cualquier bonaerense. Las relaciones sociales no serían las mismas sin el papel que juegan bares, confiterías y cafeterías como centros fundamentales de encuentro.
Lo que defiende el Gobierno de Buenos Aires es que esta actividad reviste de unos tintes diferenciadores en su ciudad, que no están presentes en ningún otro lugar del mundo.
Según su subsecretaria de Patrimonio Cultural, tomar café es la fórmula que permite que varias personas pasen unas horas de charla relajada en uno de estos locales, aislados de cualquier molestia o perturbación. Lo de menos es el tipo de bebida que se consume, de lo que se trata es de compartir un espacio donde relacionarse. Con esta actitud, en este tipo de establecimientos se genera un ambiente único, muy diferente del que se puede respirar en otras ciudades.
Este mes de abril finaliza el plazo que tienen los bonaerenses para presentar los argumentos con los que defienden su postura ante los representantes competentes de la UNESCO.